Dios... qué viaje.
Sigo procesando lo vivido en esta última parte de la trilogía porque es maravillosa de principio a fin.
Las palabras siguen siendo lo más importante en la historia y en la narración de la misma; la forma de Stefánsson de transmitir sentimientos y ambientarte en su mundo es única y sé me va a costar mucho poder encontrar algún otro libro que llene mis expectativas como lo hicieron estos.
Te puedes sentir identificado con el muchacho por seguir con el duelo de su familia y de su amigo, de no encontrar un lugar en el mundo y por su amor por la literatura, conocer a personas que lo acompañarán y sobretodo encontrar el amor en Geirþrúður y Álfheiður y lo que ello conlleva: confusión, agobio, deseo y tristeza.

-"Lo más difícil de esta vida es no poder escapar de uno mismo, no poder abandonar la propia existencia, encerrado como se está en un envase, en un mundo que nunca desaparece salvo en algunos sueños, y a ese mundo se regresa en cuanto se abren los ojos. ¿Cómo se puede soportar eso? Lo peor es no saber vivir, conocer todas las notas y nunca hacerse con la melodía."

Son de los mejores libros que he leído en mi vida.