Esta segunda parte se me ha hecho menos bola que Wicked, aunque probablemente sea porque mis expectativas estaban mucho más bajas.

De todos modos, lo he leído solo por curiosidad y solo por curiosidad continuaría con la saga, a pesar de tener ya asumido, después de dos libros, que ni el ritmo narrativo ni el desarrollo del carácter de los personajes son los fuertes de Maguire. Sin embargo, no sé si se llegaron a traducir los siguientes libros de la saga, y la verdad es que la historia no me interesa tanto como para esforzarme en leer lo que queda en inglés. Al menos no por ahora.

Os he dicho cuáles no son los puntos fuertes de la prosa de Maguire. Os diré ahora cuál, creo, sí es un poco su fuerte: esbozar tramas políticas. Lamentablemente, para que estas se terminen de perfilar en algo de veras interesante el lector tiene que poner mucho de su parte, trazar paralelismos con la política contemporánea en varios países del mundo y rellenar los huecos.

Con todo, siento que la narración de esta segunda parte está algo más centrada que la del primer libro, así que a win is a win, supongo.