La vida de Arthur Dent, un humano común y corriente da un giro inesperado cuando descubre que están por demoler su casa para construir una vía de acceso. Para colmo, ese mismo día se da cuenta que su mejor amigo es un extraterrestre y para colmo, su planeta está a minutos de ser destruido para construir una carretera intergaláctica.

Así, Arthur y su amigo Ford Prefect, oriundo del planeta Betelgeuse e investigador para La Guía del Viajero Intergaláctico , el libro más consultado del universo, se embarcan en un viaje por el espacio junto a un grupo de personajes estrafalarios, ridículos y entrañables, donde, tal vez, más por azar que por otra cosa, descubran todas las respuestas a las grandes preguntas de la humanidad.

Douglas Adams es un maestro del humor y la parodia al tiempo que explora conceptos de ciencia ficción y filosofía que años después de su publicación siguen resultando sorprendentes.

Uno entra en cariño con los personajes muy rápidamente, seres hilarantes e imperfectos que están tambaleándose todo el tiempo sobre la naturaleza caótica y sarcástica del universo, regido por instituciones y fuerzas que son una pantomima de las terrestres, ya de por si ridículas.

Las entradas de la Guía, alternadas entre la historia de Arthur y sus amigos, son una novela propia y su nivel de ridiculez y originalidad siempre despiertan asombro y sonrisas.

¿A donde van las frases que soltamos al aire? ¿Pueden desencadenar una guerra interdimensional? ¿Por qué somos la tercera especie más inteligente del planeta? ¿Para qué quiero saberlo? ¿De qué me sirve la ayuda de un robot depresivo? ¿Por qué ese misil se transformó en ballena? ¿Existe Dios? ¿Y si existe, qué problema tiene ese tipo?

Esta y muchas otras preguntas serán respondidas por la brillante y febril mente de Douglas Adams, en la primera entrega de una saga que no puedo recomendar lo suficiente y que me ha hecho reír tanto como cualquier libro de Kurt Vonnegut.

¡Hasta luego y gracias por el pescado!