Take a photo of a barcode or cover
A review by llevamoselfuego
El restaurante del fin del mundo by Douglas Adams
5.0
Luego de la destrucción de la Tierra por la flota vogona, Arthur Dent se encuentra viajando por el espacio junto a un grupo de compañeros bastante peculiares: su mejor amigo, que resultó ser un extraterrestre, la chica que lo dejó, que resulta que lo dejó por el presidente de la galaxia, el presidente de la galaxia, que resultó ser un estafador y un bon vivant, Marvin: que es demasiado depresivo para ser un extraterrestre y la nave Corazón de Oro, que se mueve por el universo gracias a la energía de lo improbable.
Ahora, aunque igual de aturdido que la primera vez, todavía con la bata que llevaba puesta la mañana en que lo perdió todo, Arthur sabe que el planeta tal vez no esté tan perdido como creía y que posiblemente, toda la humanidad no sea más que el cálculo de la computadora más sofisticada jamás creada buscando la pregunta a la respuesta definitiva: “42”
Con la irónica y fantástica imaginación de Adams, el viaje de Arthur continúa, mientras Zaphod Beeblebrox, presidente de la galaxia, advierte que tal vez no sea más que un títere de los verdaderos amos del universo… o el amo del universo… o bueno, quien sea que maneja todo eso, que puede ser un universo, pero tal vez puede ser el sueño de una hormiga, o una bola recorriendo el paño de una mesa de pool transdimensional.
En esta segunda entrega aparecen nuevos personajes excéntricos y desopilantes y extraordinarias ubicaciones: Viajeros intergalácticos que se alimentan con las distintas nutrientes guardadas en sus toallas, planetas destruidos por tener demasiadas zapaterias, un restaurante que existe en un bucle temporal minutos antes del fin del universo, un castigo que implica mostrarte lo importante de tu existencia en comparación con el tamaño del universo, o la tripulación de una nave dirigida por un capitán que se niega hace años a salir de su bañera.
El Restaurante del Fin del Mundo es otra de las pruebas de la inagotable capacidad de Douglas Adams para crear universos increíbles mientras narra con una total desfachatez y parodia sin pudor alguno al género de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. El universo de los Autoestopistas Intergalácticos está lleno de excentricidades, bromas mortales, dilemas existenciales resueltos con sorna y un montón de toallas, y es un mundo que una vez que te perdes en él, ya no querés abandonar nunca más.
Ahora, aunque igual de aturdido que la primera vez, todavía con la bata que llevaba puesta la mañana en que lo perdió todo, Arthur sabe que el planeta tal vez no esté tan perdido como creía y que posiblemente, toda la humanidad no sea más que el cálculo de la computadora más sofisticada jamás creada buscando la pregunta a la respuesta definitiva: “42”
Con la irónica y fantástica imaginación de Adams, el viaje de Arthur continúa, mientras Zaphod Beeblebrox, presidente de la galaxia, advierte que tal vez no sea más que un títere de los verdaderos amos del universo… o el amo del universo… o bueno, quien sea que maneja todo eso, que puede ser un universo, pero tal vez puede ser el sueño de una hormiga, o una bola recorriendo el paño de una mesa de pool transdimensional.
En esta segunda entrega aparecen nuevos personajes excéntricos y desopilantes y extraordinarias ubicaciones: Viajeros intergalácticos que se alimentan con las distintas nutrientes guardadas en sus toallas, planetas destruidos por tener demasiadas zapaterias, un restaurante que existe en un bucle temporal minutos antes del fin del universo, un castigo que implica mostrarte lo importante de tu existencia en comparación con el tamaño del universo, o la tripulación de una nave dirigida por un capitán que se niega hace años a salir de su bañera.
El Restaurante del Fin del Mundo es otra de las pruebas de la inagotable capacidad de Douglas Adams para crear universos increíbles mientras narra con una total desfachatez y parodia sin pudor alguno al género de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. El universo de los Autoestopistas Intergalácticos está lleno de excentricidades, bromas mortales, dilemas existenciales resueltos con sorna y un montón de toallas, y es un mundo que una vez que te perdes en él, ya no querés abandonar nunca más.