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A review by llevamoselfuego
Tokio Blues. Norwegian Wood by Haruki Murakami
4.0
Tokio Blues / Norwegian Wood es una novela melancólica de amor situada en Japón a fines de los años 60. Toru Watanabe, un estudiante de teatro, sobrevive al suicidio de su mejor amigo Kizuki mientras trata de reconstruir desde las cenizas de la tragedia, la relación con Naoko, novia del difunto, con quién las vueltas de la vida lo han reunido. Pero Naoko está acosada por muchos fantasmas del pasado y así, con solo 18 años, Toru se enfrenta a un camino sinuoso en busca de la felicidad y su propia identidad, en el que encontrará más preguntas que respuestas.
Murakami escribe una historia intensamente triste, donde todos los personajes cargan a sus espaldas un pasado trágico y lleno de espectros. Estas son vidas duras, densas, con grandes cicatrices que aún no cerraron, y a pesar de todo, buscan encontrar un minuto de paz, el momento perfecto para aferrarse de lo que puedan para salir del fangal en la que se están hundiendo.
Watanabe es un personaje interesante, frágil y humano, pero con las características de cualquier protagonista japonés, con Ferre voluntad y convicciones claras, pero siempre tiene un tono grisáceo que lo hace real y le genera gran empatía al lector. Lo mismo pasa con Naoko, eternamente sufrida por su pasado, que a pesar de permanecer cubierta en tinieblas la mayor parte de la historia, tiene momentos donde logra salir y genera aquello en lo que Watanabe se pierde cada vez que la ve. Y hay muchos personajes interesantes, desde Tropa de Asalto, el pulcro y obsesivo aspirante a cartógrafo a Nagakawa, el frío y carismático amante de los autores viejos, a quienes les da 30 años después de muertos para que se consagren y así no perder el tiempo en mala literatura.
Pero es en el personaje de Reiko, la cincuentona profesora de piano que asiste a Naoko en sus peores momentos donde Murakami brilla en mensajes que difieren mucho de la forma occidental que vemos el sexo y el placer en general. Acá, siempre está ligado a rincones oscuros, a cuestiones atadas a moralidad, a lealtad y a elementos de honor, en cambio, Tokio Blues aborda el sexo cómo un faro contra la bruma de muerte que sobrevuela toda la trama. El sexo es el refugio y es el lugar de aprendizaje, es el lugar de humanización, es el talismán contra la oscuridad que acecha en cada rincón.
La historia comienza por una canción, cuando Watanabe, a sus 37 años, escucha en un aeropuerto “Norwegian Wood” de The Beatles, banda que acompañará toda la historia y así, nos internamos en su pasado, casi treinta años atrás, entre canciones de Burt Bacharach cantadas en pulcros jardines de primavera, discos de Henry Mancini o Bill Evans que suenan en solitarios cumpleaños que marcarán sus vidas, con canciones de Miles Davis o composiciones de Bach o Debussy, sabiendo que, sin saber cómo llegó, Toru Watanabe es un sobreviviente, en un mundo triste y cruel, pero lleno de sorpresas y aprendizajes.
Murakami escribe una historia intensamente triste, donde todos los personajes cargan a sus espaldas un pasado trágico y lleno de espectros. Estas son vidas duras, densas, con grandes cicatrices que aún no cerraron, y a pesar de todo, buscan encontrar un minuto de paz, el momento perfecto para aferrarse de lo que puedan para salir del fangal en la que se están hundiendo.
Watanabe es un personaje interesante, frágil y humano, pero con las características de cualquier protagonista japonés, con Ferre voluntad y convicciones claras, pero siempre tiene un tono grisáceo que lo hace real y le genera gran empatía al lector. Lo mismo pasa con Naoko, eternamente sufrida por su pasado, que a pesar de permanecer cubierta en tinieblas la mayor parte de la historia, tiene momentos donde logra salir y genera aquello en lo que Watanabe se pierde cada vez que la ve. Y hay muchos personajes interesantes, desde Tropa de Asalto, el pulcro y obsesivo aspirante a cartógrafo a Nagakawa, el frío y carismático amante de los autores viejos, a quienes les da 30 años después de muertos para que se consagren y así no perder el tiempo en mala literatura.
Pero es en el personaje de Reiko, la cincuentona profesora de piano que asiste a Naoko en sus peores momentos donde Murakami brilla en mensajes que difieren mucho de la forma occidental que vemos el sexo y el placer en general. Acá, siempre está ligado a rincones oscuros, a cuestiones atadas a moralidad, a lealtad y a elementos de honor, en cambio, Tokio Blues aborda el sexo cómo un faro contra la bruma de muerte que sobrevuela toda la trama. El sexo es el refugio y es el lugar de aprendizaje, es el lugar de humanización, es el talismán contra la oscuridad que acecha en cada rincón.
La historia comienza por una canción, cuando Watanabe, a sus 37 años, escucha en un aeropuerto “Norwegian Wood” de The Beatles, banda que acompañará toda la historia y así, nos internamos en su pasado, casi treinta años atrás, entre canciones de Burt Bacharach cantadas en pulcros jardines de primavera, discos de Henry Mancini o Bill Evans que suenan en solitarios cumpleaños que marcarán sus vidas, con canciones de Miles Davis o composiciones de Bach o Debussy, sabiendo que, sin saber cómo llegó, Toru Watanabe es un sobreviviente, en un mundo triste y cruel, pero lleno de sorpresas y aprendizajes.