Así, para iniciar esta reseña, he de decir algo: al principio le había puesto una puntuación de cuatro estrellas, pero decidí subirla a cinco. ¿Por qué? Porque aunque no es una novela perfecta y tiene sus carencias, es de esas pocas que me han tenido pensando en ella durante muchos días tras terminarla.

Dicho esto, pasamos a la reseña.

«Nuestra parte de noche» es inquietante como ninguna, con esa sensación constante de que algo va a pasar y no sabes qué. Se vale de una ambientación enrarecida, asfixiante, utilizando el recurso del calor que sufren los personajes para provocar ese agobio. Y todo aderezado con una dosis de mitología y antropología, de ocultismo y sectas.

Y cuando pasa, vaya si pasa. La imaginación de Mariana Enríquez es de otro mundo.

La pluma de esta mujer te atrapa y no te suelta. Y a pesar de que el ritmo de esta novela (que no es corta precisamente) es lento en ocasiones, a mí me mantuvo pegada a sus hojas. Quizás sea por las descripciones que nunca cargan, por cómo Mariana se expresa para provocarnos un escalofrío o la naturalidad con la que los personajes, sumamente fascinantes, se expresan.

Los temas de esta novela son otro rasgo a destacar: la dictadura argentina y sus consecuencias, los desaparecidos, el colonialismo, el clasismo, los privilegios, la paternidad, los traumas… Todo un universo que sigue rondando mi cerebro. No exagero.

A pesar de que la parte final me desconcertó y no me resultó a la altura del resto del libro, el impacto que ha provocado en mí «Nuestra parte de noche» hace que entre en el podio de mis novelas favoritas. Y de ese carro no me bajo.