Asesino, espía, multimillonario, científico, guitarrista, aventurero, incestuoso, bisexual, emocional y descorazonado, audaz y letal, estrafalario y multifacético. Jerry Cornelius es todo eso y mucho más. Un héroe, un antihéroe, un laberinto de morales y códigos. Y a través de sus muchas aventuras a lo largo de su historia, va cambiando de rostro, de aspecto, hasta de raza y género. Por eso es el protagonista perfecto para una serie de historias autoconclusivas como las Crónicas de Cornelius, cada vez que la narrativa finaliza, el reloj vuelve a cero y Jerry Cornelius está listo para otra aventura.

En esta historia, Jerry Cornelius y un grupo de conspiradores entre los que se incluye la enigmática analista de computadoras Mrs. Sprunner, atacan el castillo donde Jerry se crió y donde lo esperan su hermano adicto y villano de la historia Frank y su hermana Catherine, de la que está enamorado y con la que mantiene una relación de incesto. Los secretos de su padre, un brillante científico, pondrán en jaque a la humanidad entera, cuando la gesta por obtenerlos de cómo resultado un nuevo orden mundial.

“El Programa Final” es un cóctel molotov narrativo. Por veces confuso en sus numerosas aristas y la multitud de temas que aborda, leer a Jerry Cornelius es cómo leer a un precursor del King Mob de Grant Morrison en los invisibles. Un personaje cool, anárquico, siempre en contraposición del sistema, que no está ligado a ninguna atadura moral y que es el caldo de cultivo para un montón de historias igual de extrañas que su forma de vivir. Una suerte de James Bond del caos, adicto a los Beatles, armado con una pistola que lanza agujas y granadas de gas nervioso, montado a autos lujosos, haciendo el amor con hombres y mujeres por igual y atrapado en una red conspirativa en medio de una Inglaterra devastada económica y socialmente.

Aunque confuso y desigual, Moorcock crea el génesis de un personaje que servirá como punta de lanza para un autor en la cima de su fama, transformándose cómo bajo el influjo de las supercomputadoras de Sprunner, en distintas reencarnaciones con un único fin: hacer estallar el orden preestablecido y crear uno nuevo, divirtiéndose en el proceso de ver el mundo arder.