Leí los detectives salvajes por primera vez cuando tenía dieciséis o diecisiete, y lo releí ahora en mis treinta. Es un libro que cambia con los cambios del lector, en que el humor se me hace mucho más patente, ademas de los dolores históricos, las desesperaciones y patetismos de los personajes. 
La polifonía de esta novela - particularmente la parte 2, propiamente los detectives salvajes - está maravillosamente lograda. 
Una novela sobre el fracaso humano, la nece(si)dad de las artes, y los dolores de nuestros modernismos (en todos los sentidos) pasados por el tamiz latinoamericano.